jueves, 16 de agosto de 2012

Los rollos del Mar Muerto









La investigación sobre la época histórica en torno al año cero de nuestra era acaba de dar un enorme paso adelante gracias a Google.
A partir de ahora los estudiosos de todo el mundo tendrán un acceso como nunca hasta ahora había sido posible a uno de los hallazgos más interesantes para reconstruir los acontecimientos de la época en la que un tal Jesús de Nazaret podría haber caminado sobre Galilea. Todo gracias a la digitalización que Google ha efectuado de los rollos del Mar Muerto, textos escritos en aquella época y que nos acercan a un período y posiblemente un personaje histórico fascinantes. Imágenes de más de 1.200 megapíxels nos ofrecen todos los detalles sobre esos pergaminos descubiertos en cuevas de Qmran, a orillas del Mar Muerto entre los años 1947 y 1956 y que datarían de hace 2.000 años. Y aún hay más.
Los pergaminos conocidos como los rollos del Mar Muerto contienen numerosas referencias a datos seculares de la época así como las que posiblemente sean las primeras copias existentes de textos bíblicos.
Escrito entre los siglos 1 y 2 de nuestra era, en ocasiones presentan fragmentos perdidos o deteriorados por lo que no todos están completos. Utilizando imágenes procedentes de escaneados de muy alta definición (hasta 1.200 megapíxels) , los rollos disponibles online son cinco.

El primero de ellos se denomina Rollo del Templo, está escrito sobre piel de animal y contiene referencias a la construcción de un templo. El Rollo de la Guerra es uno de los que primero se encontró y relata profecías apocalípticas en las que el arcángel Miguel lidera a los Hijos de la Luz contra los Hijos de la Oscuridad en la batalla que tendrá lugar al final de los tiempos.
El Rollo de las Reglas de la Comunidad contiene una guía de disciplina para el desarrollo de la vida en una comunidad que comúnmente se cree que fueron los Esenios. El Gran Rollo de Isaías es el que mejor se ha conservado y contiene la versión hebrea del Libro bíblico de Isaías. Por último el Rollo de Habakkuk contiene una interpretación de los dos primeros capítulos del libro homónimo.


Google ha realizado esta digitalización a la manera de la que ya viene realizando de otras obras literarias históricas o de importantes pinturas dentro de su programa The Art Project, que ofrece cuadros de todo el mundo escaneados con altísima resolución para su disfrute online, así como visitas estilo GoogleEarth por pinacotecas como el Museo de El Prado.




Los Manuscritos del Mar Muerto: ¿Qué esconden?
Uno de los tesoros más importantes que la Historia y el pasar del tiempo nos ha legado han sido unos seiscientos rollos en donde se escribieron muy antiguos escritos que parecen corresponder al Antiguo Testamento; además de salmos, comentarios y otras escrituras que estaban en clave.
Es cierto que, aún hoy, este hallazgo, uno de los descubrimientos arqueológicos más grandes del siglo XX; se sostiene en la probabilidad ya que existen muchas incógnitas aún por resolver y una estela de controversias por parte de un grupo opositor conformado por los grupos religiosos, quienes argumentan la falsedad de estos documentos.
Por otro lado, el descubrimiento fue tan importante y fue tal su relevancia que, desde la fecha, no ha hecho más que aportar una gran cantidad de respuestas a tantos otros hallazgos de los que la Historia y la misma religión se han podido beneficiar siguiendo, hoy, de la más rabiosa actualidad.
1947 es el año en que se produce este singular hallazgo y el escenario elegido es uno de los enclaves más desérticos del globo: “El Paraje en Ruinas”; una región completamente desolada que se encuentra a unos kilómetros al sur de la ciudad mítica de Jericó, en el desierto de Judea, a las orillas del Mar Muerto.
Un humilde pastor beduino, de nombre Mohammed ed-Dhib y perteneciente a la tribu de los Ta´amire, encontró los primeros rollos conocidos como los Papiros de Qumram. En el interior de una de las miles de cuevas que crecen en la árida rocosidad y acantilada costa del noreste del mar Muerto encontraron una gran cantidad de cerámica rota y escombros de entre los que extrajeron los primeros 7 manuscritos de los Pergaminos del Mar Muerto.
De cómo llegaron estos documentos a manos occidentales existen varias versiones pero la más respaldada es la decisión de estos beduinos de colgar los pergaminos en el poste de una de las tiendas de las que constaba su poblado nómada; los siete pergaminos originales serían vendidos por separado a dos anticuarios árabes en la ciudad de Belén; cuatro más fueron vendidos al arzobispo Athanasius Jesche Samuel, de la Iglesia Siria Ortodoxa en Jerusalén; otros tres fueron vendidos a E. L. Sukenik, arqueólogo de la Universidad Hebrea.
El estallido, entre los años 1947-1949, de la guerra egipcio-israelita provocó que estos tesoros pasaran a un segundo plano; es a partir de 1949 cuando se le da un nuevo impulso al estudio del hallazgo gracias a la labor de los estudiosos de la Escuela Americana de Investigación Oriental (John Trever y William F. Albright), quienes confirmarían la antigüedad de los rollos (pertenecían al periodo entre 200 años a.C. y 200 años d.C.) y pondrían en marcha una de las expediciones más interesantes de la Historia. Una vez en la zona donde se produjeron los hallazgos, se descubrirían otras 10 cuevas junto a pergaminos escritos en hebreo, otros en arameo y algunos pocos en griego, además de un sinfín de restos cerámicos… que relacionarían la procedencia de tales rollos con una comunidad judía (125 a.C. y 68 d.C.) autora de estos escritos (en piel de oveja); y que, obligados por la inminente invasión del ejército romano, escondieron este tesoro antes de huir no pudiendo llevárselo consigo.
Estos siete manuscritos son originales y comprenden:
1) Una copia bien conservada de la profecía de Isaías completa la copia más vieja de un libro del Antiguo Testamento jamás descubierta.
2) otro fragmento de Isaías.
3) Un comentario de los dos primeros capítulos de Habacuc el comentarista explica el libro alegóricamente en términos de la hermandad Qumran.
4) El “Manual de la Disciplina” o “Norma de la Comunidad” la más importante fuente de información acerca de la secta religiosa en Qumran describe los requisitos para aquellos que deseen ingresar a la hermandad.
5) los “Himnos de Acción de Gracias” una colección de “salmos” devocionales de acción de gracias y alabanza a Dios.
6) el libro de Génesis parafraseado en arameo.
7) la “Norma de Guerra” que trata de la lucha de los “hijos de la luz” y “los hijos de las tinieblas” a ocurrir en los “últimos días”.
Entre los tesoros de este hallazgo se encontró un pergamino llamado el pergamino del Templo en donde se hacía una concisa reproducción de los ritos de dicha comunidad en una especie de templo, he ahí su nombre. Pero quizás el pergamino de cobre que contenía una lista de sesenta tesoros localizados en varias partes de Judea y de los cuales ninguno ha sido encontrado; sea uno de los tesoros más atractivos de la expedición.
El contenido que trata es especialmente cautivador y revelador ya que todo indica que sus autores eran un claro grupo de sacerdotes dedicados a una vida comunal cuyo eje era Dios (Maestro Justo) y sus escritos son un fiel reflejo de sus costumbres, dictados… textos, que se han catalogado como los más antiguos del Antiguo Testamento conocidos, de ahí su importancia para los especialistas en judaísmo e historiadores de las religiones. Se cree que los 600 rollos recuperados de la zona corresponderían a una biblioteca creada y organizada por la comunidad en la que se incluía, además de los textos bíblicos conocidos, otros muchos textos de carácter apócrifo (fundamentalmente astrológicos y demonológicos) y textos internos de la comunidad como normas de convivencia, su formación e iniciación en la comunidad, etc.
El abandono de dicha “fortuna” por parte de esta comunidad encuentra su argumento en la batalla particular que tenían con una figura denominada como el Sacerdote cruel. Un sacerdote judío de Jerusalén que, contrario a los preceptos de dicha comunidad ya que chocaban con los de los poderes sociales, no dudó en emprender una dura persecución sobre los mismos.
La mayoría de los estudiosos han identificado a la hermandad Qumran como los Esenios, una secta judía descrita en los días de Jesús por Josefo y Filo. El historiador romano Plinio (24-69 d. de C.) habla de esta comunidad de Esenios (también llamada Nueva Alianza) como una secta judía muy numerosa del siglo I a.C.
El primer equipo internacional, formado bajo el patrocinio del gobierno de Jordania, basó sus descubrimientos y estudios posteriores sobre dichos restos en recuperar dicha biblioteca, identificar los textos…. El insigne trabajo vería la luz pública a pesar de unas remolonas publicaciones oficiales por las difíciles condiciones políticas de la región; en los años 90, Emanuel Tov se hace cargo de la coordinación del equipo editor pudiendo acceder a los facsímiles, microfilmes y fotografías de los manuscritos sin tardar ni un segundo en traducirlos y publicarlos en su totalidad; la editorial encargada en España de la traducción fue la editorial Trotta.
Tan pronto como salió a la luz el contenido de dichos pergaminos y la formulación de la teoría acerca de la estrecha relación entre dichos documentos y los libros bíblicos más antiguos del Antiguo Testamento (profecías de Isaías, Levítico y Salmos), resurgieron aquellas voces disidentes con cuestiones como si podría ser posible hallar en estos escritos algún indicio, o quizás ir más allá, un precedente de Jesús y de lo que conocemos Iglesia primitiva. Alrededor de esta incógnita surgierían encarnizados debates entre varias facciones que ponían en entredicho, por un lado, o apostaban por la íntima la filiación esenia de Jesús y dicha comunidad, por otro.
A pesar de constatar que la Biblia tenía razón en muchos aspectos también encontramos una lectura algo distinta que parecía poner bastante nerviosa a la facción religiosa más extremista; en los pergaminos observamos la figura de Jesús como el “Maestro de Justicia”, líder de la comunidad esenia del Mar Muerto, en conflicto con las autoridades sacerdotales del Templo. Hasta aquí todo bien pero no parece ser el único ya que antes que él (ni más ni menos que 100 años antes que él), se habló de un maestro de la virtud que también predicó acerca de la humildad, la caridad y el amor al prójimo como hijo de Dios. También sería ajusticiado por su condición pero en manos de sacerdotes y de la casta judía dominante. Este relato nos suena, ¿no es cierto? los científicos opinan que el esenismo fue un precursor del cristianismo y se dice que de los manuscritos se sacan numerosos y decisivos paralelos con los sermones de Cristo (véase el ejemplo encontrado en el Evangelio de Juan). En unos textos jamás retocados, podríamos decir que vírgenes, son entendidos como antepasados de la doctrina cristiana en donde sus palabras sugieren algunas premisas contrarias a ideas del cristianismo primitivo que hoy en día conocemos.
El Vaticano sería uno de estas facciones opositoras a las nuevas teorías que emanaban de tales descubrimientos e intentaron todas las artimañas posibles para retrasar las publicaciones de los textos y evitar que llegasen tales teorías a manos del público
La cuestión es que, después de tantos estudios, aún existen teorías acerca de si en estos textos requisados por la Iglesia podrían contener algo comprometedor, algo que cuestionase, y quizá hasta refutase las tradiciones establecidas.


LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO Y LA CIENCIA BÍBLICA
Ningún descubrimiento arqueológico de nuestro siglo ha provocado más conmoción y polémica -tanto en el mundo erudito como entre el público en general — como el hallazgo de los famosos Rollos del Mar Muerto hace 46 años, en la primavera boreal de 1947, descubrimiento hecho por un joven pastor de cabras, llamado Muhammed ed Dhib. Este muchacho buscaba, al parecer, un animal perdido y tropezó con uno de los tesoros más valiosos del mundo: una cueva que contenía tinajas, algunas rotas y otras intactas, llenas de manuscritos antiguos, parcialmente envueltos en telas. Con este suceso fortuito se inició una serie de descubrimien­tos para el asombro y el deleite de arqueólogos, historiadores, investigadores bíblicos y lingüistas.
Los documentos hallados eran copias de libros del Antiguo Testamento, de libros no canónicos y de varios escritos descono­cidos hasta entonces. Todos han proporcionado abundante mate­rial de discusión para los estudiosos del Antiguo y del Nuevo Testamento, y también para los historiadores e investigadores de la época intertestamental (200 a.C. - 70 d.C.), y obligó, en algunos casos, a la revisión de conceptos y resultados anteriores ya defini­dos. Particularmente fecundos en controversias resultaron los rollos que describen las normas de vida de una secta judía, sobre cuya identificación no se han puesto de acuerdo los especialistas hasta hoy. No en vano calificó W.F. Albright, uno de los principales arqueólogos, experto en aquella época, este descubrimiento no sólo de sensacional, sino "el hallazgo de manuscritos más impor­tantes de los tiempos modernos".
¿Qué tienen de especial estos Rollos del Mar Muerto? ¿Por qué han suscitado un interés universal que persiste todavía después de 46 años? Hubo otros descubrimientos de textos antiguos, como por ejemplo, el famoso depósito de manuscritos conocido como la "Gueniza de El Cairo", descubierto por Salomón Schaechter a comienzos de este siglo, que transformó sustancialmente los estu­dios bíblicos judíos y también nuestra visión sobre la historia social de los países mediterráneos de la Edad Media; o el descubrimiento de las tablillas de arcilla de Ras Shamra en 1929, en el antiguo Ugarit, por medio de las cuales se pudo descifrar una escritura alfabética cuneiforme, desconocida hasta entonces, la que ayudó a comprender mejor el hebreo primitivo y también la poesía bíblica.
Los descubrimientos son importantes no sólo por su contenido de valor incalculable para la ciencia, sino también porque es una demostración y comprobación de que textos antiguos, escritos sobre material perecedero, como el cuero o el papiro, podían resistir a los estragos del clima palestino. A base de este primer hallazgo, se organizó la búsqueda sistemática de otros manuscritos y en 1949 se excavó la Cueva I; luego, durante cinco años de trabajo arqueo­lógico (1951 -1956) en Qumrán, se descubrieron diez cuevas más con manuscritos. Las investigaciones arqueológicas se extendieron desde Qumrán hasta Feshka (1955 - 58) y en 1967 apareció el Manuscrito del Templo.
Para evitar confusiones, cabe mencionar que paralelamente hubo otras excavaciones de cuevas en las cercanías de Qumrán (Cuevas de Bar Kojba y de Masada) y se descubrieron otros escritos antiguos, que no tienen nada que ver con los Rollos del Mar Muerto.
Ninguno de los documentos de Qumrán lleva fecha ni colofón, es decir una declaración anexa al texto que dice cuándo ha conclui­do su labor el copista. En cambio, los fragmentos de las Cuevas de Bar Kojba dan fechas precisas.
Los documentos encontrados se clasifican en cuatro categorías:
a) Reglas;
b) Textos poéticos, litúrgicos y de sabiduría;
c) Interpretaciones de la Biblia; y
d) Composiciones varias.
Gracias a estos fragmentos, no sólo se ampliaría el conocimien­to directo de las costumbres cotidianas, la historia y las creencias de la comunidad del Mar Muerto, que eran casi con toda seguridad los esenios, sino que también aumentarían los conocimientos sobre los textos bíblicos (Antiguo Testamento, los Apócrifos, los Pseudepígrafos, y también el Nuevo Testamento), pues estos rollos y fragmentos son los más antiguos conocidos hasta el momento y anteceden a los textos protomasoréticos en varios siglos y a los masoréticos en casi mil años.
La mayor cantidad contiene textos de la Biblia hebrea, propor­cionando partes de todos los libros de las Escrituras, excepto del Libro de Ester. Sin embargo, ampliaron nuestros conocimientos sobre los Apócrifos y Pseudepígrafos, composiciones literarias ju­días escritas entre 200 a.C. y 100 d.C. Estos eran textos populares, pero no incorporados en el Canon palestino y tampoco en el helenístico. Son obras valiosas de la época intertestamentaria, por lo tanto, tienen mucha importancia para el judaísmo y aún más para el cristianismo.
Su enorme importancia reside en el hecho de que estos rollos, que tienen unos mil años más que cualquier otro texto hebreo descubierto hasta la fecha, difieren muy ligeramente del texto que conocemos y usamos hoy. Esto comprueba la antigüedad y la autenticidad del texto masorético, escrito en el siglo X d.C.
De los textos bíblicos cabe señalar aquí sólo el "Comentario a Miqueas" y el "Comentario a Habacuc"; se alude al "Maestro de la Rectitud", dirigente espiritual de la secta quien sufre por el "sacer­dote inocuo". (Algunos científicos ven aquí la prefiguración de los sufrimientos de Jesús). Los "Comentarios a los Salmos" confirman la condición de sacerdote del Maestro de la Rectitud.
En los otros fragmentos hay alusiones escatológicas y conoce­mos ciertas formas específicamente judías en la exégesis bíblica (Midrash), que más adelante sirvieron como ejemplo para las homi­lías de las generaciones posteriores de ambas religiones.
La relación entre los Manuscritos y el Nuevo Testamento tiene mucha importancia desde el punto de vista histórico, porque hay muchos que consideran que los esenios eran el eslabón perdido entre el judaísmo oficial y el cristianismo primitivo. Los historiadores sobre la época señalan la relación entre San Juan Bautista y los esenios.
Hay muchos temas que valdría la pena investigar en este contexto. Como por ejemplo, la relación de Juan Bautista y los textos menor interés por la parte ritual-ceremonial que por el contenido moral y religioso, lo que ha sido la idea también de gran parte de los profetas judíos.
Jesús, quien basaba sus conocimientos en la Biblia, destaca la religiosidad interior y propone combatir la hipocresía, que puede producir una apariencia exterior hermosa, pero por dentro oculta la iniquidad. Los maestros de Qumrán aprecian la observancia externa sólo cuando está acompañada por una actitud espiritual correspon­diente.
El paralelismo en cuanto al aprecio de la profecía es notable en ambos grupos. Ambos estaban convencidos de que los profetas aludían a la historia y a la doctrina de sus propios grupos, cuando proclamaban las consecuencias por venir.
La interpretación confirmatoria o "pesher" de los textos bíblicos es tan propia de los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, como de los textos qumránicos. Son frecuentes en ambas literaturas las consideraciones apologéticas, y ambas pretenden demostrar el carácter predestinado de su comunidad.
Otra característica en común es que ambos grupos afirmaban ser los únicos elegidos, los únicos beneficiarios de la Nueva Alianza de los Fines de los Días.
En el plano de la escatología era también parecido el punto de vista de los dos movimientos en la medida en que ambos esperaban que su Fundador apareciese de nuevo en la consumación de los tiempos. La actitud de los Manuscritos con respecto al Templo de Jerusalén y al culto oficial, coincide en gran medida con lo que se refleja en el Nuevo Testamento, aunque los esenios no tenían una actitud única al respecto. Algunos participaban en los sacrificios presentados en el Santuario, mientras para otros el edificio del Consejo de la Comunidad representaba el Santuario, donde había que buscar la expiación a través de una vida consagrada. Jesús y sus discípulos, incluso Pablo, visitaban el Templo y predicaban allí; sin embargo hablaban de la necesidad de construir un nuevo templo, "una morada del Señor en el espíritu" (Ef. 2. 20-22).
Qumrán predicaba la renovación y el fortalecimiento del culto espiritual en el Templo o fuera de éste; el Apocalipsis, en cambio, sueña con una Nueva Jerusalén, en la que no haga falta ningún santuario construido, pues su Templo es el Señor Dios Todopode­roso (Ap. 21. 22).
La organización de la vida comunitaria de ambos grupos mues­tra gran similitud. El "superior" esenio era el "mevaker", de quien dependía la admisión de nuevos miembros; estaba a cargo de la enseñanza, la administración, la distribución de los fondos de caridad y tenía que ser el padre y pastor de toda la congregación. Según San Juan, el "episcopos" (obispo) tenía las mismas obliga­ciones como pastor, guardián, rector, maestro, administrador.
Las normas de los esenios preveían que hubiese propiedad privada o comunismo voluntario y el testimonio del Nuevo Testa­mento es similar; existía un sistema de comunidad de bienes o un cuasi comunismo, especialmente en la vida monástica, practicada en ambos grupos. Ambos castigaban fuertemente a aquellos que mentían en cuestiones de propiedad.
Ambas teologías acentúan la importancia intrínseca del matri­monio. La diferencia se manifiesta en que los textos de la Secta prohíben la poligamia a base de la Tora (Gen. 1. 27), mientras los cristianos citan el mismo texto para prohibir también el divorcio.
El concepto del celibato de ambos grupos es también parecido. Muchos de la Secta estaban casados, el resto vivía en celibato y lo mismo ocurría en la Iglesia, que en verdad nunca había condenado el matrimonio. Para justificar la abstinencia sexual, ambos grupos invocaban el factor escatológico.
Podrían mencionarse muchas otras semejanzas, así como di­ferencias, aunque tampoco con ello podríamos formarnos una opinión certera. La Secta de Qumrán era una institución ya estable­cida cuando la Iglesia judeo-cristiana todavía luchaba por serlo. Como los miembros de la nueva Iglesia eran seguidores de Jesús, les parecía natural que observasen e imitasen pautas ya existentes en un grupo judío, separado de la mayoría del pueblo, como lo estaban ellos mismos.
Aunque no se puede confirmar ninguna influencia directa de Qumrán en la Iglesia primitiva, y aunque un gran número de tradi­ciones judías incorporadas en el cristianismo no procediese direc­tamente de la Secta, la influencia esénica sobre los fundadores y forjadores del cristianismo es más que probable y -a nuestro criterio— confirma como realidad que el esenismo y el cristianismo derivan de un tronco judaico-rabínico común.
Una mejor comprensión de la Secta nos permite un nuevo enfoque acerca de los orígenes del cristianismo. Los paralelismos nos permiten insertar de una manera más fidedigna a Jesús y a la Iglesia primitiva en la historia judía de aquella época.
Sin entrar en detalles, queremos señalar las muchas similitudes de ideas y pensamientos entre los textos descubiertos y el Nuevo Testamento. Los fragmentos descubiertos ayudan al mejor enten­dimiento del Nuevo Testamento y, sobre todo, de los Evangelios.
Para mencionar sólo una coincidencia, analicemos una parte famosa del Sermón del Monte: "Bienaventurados son los pobres de espíritu" (Mateo 5. 3) y "bienaventurados ustedes los pobres" (Lu­cas 6. 20).
¿Quiénes son los pobres y aún más, los pobres de espíritu? ¿Qué significa aquí la palabra: "espíritu"? La palabra "ruaj" en hebreo significa viento, aliento, hálito, espíritu, pero también volun­tad (Ex. 25. 2), y voluntad generosa (Salmo 51. 12). Notando eso, los "pobres de espíritu" de ninguna manera son los pobres en lo material y tampoco los ignorantes (amé haaretz), sino los "pobres voluntarios", aquellos que están dispuestos a aceptar la pobreza y vivir de esta forma, aunque tengan suficiente para vivir mejor. Ser "pobre de espíritu" no es un concepto o un estado económico, sino una situación de gracia, un grado más alto de lo común, cuando uno ya no se deja tentar o seducir por la riqueza y, menos aún, si ésta proviene del pecado. Es un grado en que el hombre está dispuesto a renunciar a su riqueza con fines especiales, que pro­muevan la llegada del "Reino de Dios". El "pobre de espíritu" no es el empobrecido y tampoco el tonto o imbécil, sino una persona que busca la autorredención. Y los textos de Qumrán utilizan la palabra "pobre" en este sentido cuando se auto designan "comunidad de pobres". Los componentes de la misma se llaman "pobres de espíritu" o "pobres de la gracia" o "pobres de Tu salvación", anve ruaj - pobre en el espíritu (Rollos de la Guerra 14. 7) y ebyonéjesed - pobres de la Gracia (Himnos 5.22).
El Nuevo Testamento dice: "No se puede servir a Dios y al mamón, es decir al dinero" (Mateo 6.24; Lucas 16.13), mientras los textos qumránicos hablan del "mamón" de la injusticia o iniquidad y también del "mamón inicuo" (Reglas 10. 19). Consideran que aquellos que sirven al "mamón de la injusticia" pertenecen a los "Hijos de las Tinieblas" y a su debido tiempo (visión escatológica), serán vencidos y eliminados por los "Hijos de la Luz".
Los Rollos del Mar Muerto fueron escritos en un período deci­sivo de la historia del pueblo judío, y en la víspera del nacimiento del cristianismo.
Por primera vez en la historia poseemos documentos que arrojan una luz nueva e importante sobre los problemas de los textos bíblicos, de los idiomas hebreo y arameo, y sobre las creencias y la organización de una de las más asombrosas sectas religiosas que jamás hayan existido. Tenemos, además, una nueva base para la aclaración de algunos de los hechos concernientes a la formación del cristianismo y, especialmente, a las fuentes comunes de ambas religiones.
Los frutos de la incesante investigación de estos documentos afectarán enormemente todo el esquema de nuestros conocimien­tos sobre los Libros de la Biblia. También significan el fundamento para aquellos que plasmaron su vida sobre su estudio y sobre el cumplimiento de sus enseñanzas humanistas y morales, que son la base de una nueva sociedad por nacer, cuyos componentes, todos, son hermanos entre sí e hijos del Dios Único y Universal.
¿Por qué son relevantes los manuscritos del mar Muerto?
Desde su hallazgo a finales de la década de los cuarenta, las referencias a los manuscritos del mar Muerto constituyen una especie de ir y venir constante en los medios de comunicación. Durante este tiempo casi no ha pasado un año sin que se anunciaran sensacionales revelaciones conectadas con su presunto contenido o sin que se editaran magníficos ejemplos de literatura amarilla en los que se manifestaba la pretensión de contar toda la verdad que se nos está, supuestamente, ocultando.
Ante conductas así es lógico que el hombre de la calle se pregunte si los mencionados manuscritos son realmente importantes o si, por el contrario, está siendo objeto de una sucesión de operaciones comerciales de las que es involuntario copartícipe y, finalmente, víctima. Con los pies en el suelo y los datos en la mano, ¿son tan relevantes los manuscritos del mar Muerto?

La respuesta resulta afirmativa y además es así por una serie de razones muy específicas. En primer lugar, habría que señalar que la importancia de los manuscritos va más allá de la trascendencia que, ya de por sí, se supone a otros restos arqueológicos como pueden ser los relacionados con el hallazgo de la tumba de Tut-Anj-Amón realizado por Howard Cárter y Lord Carnavon o con los descubrimientos relativos a los mayas de Copan.
Lejos de quedar circunscrito su interés a los especialistas de ciertas disciplinas o a los aficionados a las mismas, los rollos del mar Muerto trascienden ese radio de acción y, en buena medida, alcanzan al ser humano de a pie. Esto es así porque los citados documentos llevan insertos en si mismos otros aportes de importancia especial y pocas veces comparable. Acotando al máximo el alcance de esta afirmación, podría decirse que Qumrán reviste un interés especial por tres aspectos muy concretos.

En primer lugar, el estudio de los manuscritos del mar Muerto nos proporciona la posibilidad de analizar la transmisión del texto bíblico. No es extraño que personas interesadas por el mundo de la Biblia se pregunten por la fiabilidad del texto que sostienen en las manos ni tampoco es inhabitual que polemistas antisemitas o anticristianos insistan en el carácter alterado de los documentos que componen las Escrituras de ambas fes.
Puede decirse sin temor a exagerar que los hallazgos de Qumrán han significado un golpe mortal para este tipo de especulaciones. Pese a que los documentos encontrados anteceden en multitud de siglos al Antiguo Testamento hebreo-arameo del que disponíamos, lo cierto, sin embargo, es que el contenido es semejante.
Lejos, pues, de ser un semillero de revelaciones que llevarían a tambalearse a las grandes religiones universales de corte monoteísta, en realidad la biblioteca de Qumrán es un palpable testimonio de que las Escrituras del Antiguo Testamento se han transmitido con una fidelidad extraordinaria a lo largo de los siglos.

No cabe duda de que ya por semejante circunstancia los restos de Qumrán tienen una importancia trascendental, pero su relevancia va mucho más allá. En segundo lugar, la literatura de Qumrán tiene una repercusión evidente en la imagen que ha existido hasta hace relativamente poco tiempo en relación con el judaísmo del Segundo Templo y el cristianismo primitivo.
Para muchas personas, quizá ambos temas carezcan de interés, pero lo cierto es que, prescindiendo de la postura que se tenga al respecto, los dos siguen teniendo una importancia considerable para decenas de millones de personas y precisamente esa circunstancia, proporciona un interés muy específico a los rollos del mar Muerto.

Para empezar, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el judaísmo del periodo conocido como del Segundo Templo distó mucho de ser un bloque monolítico. Ciertamente contaba con bases comunes —especialmente las referidas al monoteísmo y a la Torah o Ley de Moisés —pero, a la vez, registraba una fecunda riqueza de interpretaciones de la Biblia.
Según se desprende de los documentos del mar Muerto, ya eran muy comunes las referencias a cuestiones que a muchos les parecerán (erróneamente) cristianas. Me refiero a la visión de un mesías que había de morir o que con su muerte expiaría los pecados; me refiero a la noción de un Nuevo Pacto entre Dios e Israel; me refiero a la mención ferviente del Espíritu Santo.
Arrancando de la lectura directa del Antiguo Testamento, los sectarios de Qumrán habían comenzado una fecunda tarea de reflexión ideológica sobre estos aspectos anterior en cerca de dos siglos al nacimiento de Jesús. Conocer ese caldo de cultivo merece —poca discusión puede haber al respecto— realmente la pena.

Finalmente, y en tercer lugar, Qumrán reviste una especial importancia porque resitua al cristianismo original en su justo contexto. Por razones históricas, ha existido un cierto interés en afirmar la absoluta originalidad del cristianismo como si hubiera, prácticamente, surgido de cero. Las causas de tan equivocada pretensión han sido históricamente varias. Para algunos integristas cristianos se trataba de «limpiarlo» de cualquier conexión con la fe judía.
Para los polemistas judíos significaba un intento de privar a la predicación de Jesús de legitimidad histórica y teológica de cara a la nación de Israel. Para los enamorados del mundo clásico era una oportunidad de deslindar el supuestamente zafio judaísmo del presuntamente superior helenismo, helenismo en el que se insertaría la predicación de Jesús y sus primeros discípulos. Para antisemitas y ocultistas (no pocas veces ambas categorías se superponen) de todos los tiempos era la vía para seccionar al cristianismo de sus raíces y para imponer interpretaciones del mismo propias y, sin lugar a dudas, disparatadas.
Todas esas visiones interesadas han carecido siempre de base pero quiebran de una manera definitiva con los hallazgos de Qumrán. Ahora podemos afirmar más que nunca que Jesús fue un judío que vivió, actuó y enseñó como tal y que lo mismo puede decirse de sus primeros discípulos, incluido Pablo. La diferencia fundamental entre su enseñanza y el judaísmo de su época no fue fundamentalmente ideológica —amplios sectores del judaísmo, por ejemplo, creían entonces en un mesías que moriría de manera expiatoria por los pecados del pueblo — sino personal. Donde el resto de los judíos esperaba, Jesús el judío y sus seguidores judíos afirmaban: «ya ha llegado».

Poca duda puede haber de que estos tres aspectos mencionados van más allá de lo que, comúnmente, se deriva de ningún hallazgo arqueológico. Precisamente por ello, constituyen un eje de interés específico que se extiende más allá de las diversas disciplinas científicas y poseen una relevancia que trasciende de lo meramente histórico para adentrarse en algunos de los terrenos más íntimos y esenciales de la vivencia humana.
Así pues, los manuscritos del mar Muerto son importantes, aunque no porque en ellos se escondan revelaciones de supuestos extraterrestres, antepasados de los Templarios o rosacruces, o enseñanzas ocultistas al estilo de la Teosofía (esas y otras afirmaciones no pasan de ser burdos disparates) sino, entre otras cosas, porque nos muestran la fidelidad de la transmisión del texto bíblico y también porque nos permiten conocer mejor el judaísmo del Segundo Templo y a través de esa luz podemos captar más cabalmente las raíces del judaísmo posterior y del cristianismo primitivo.
Nunca se insistirá bastante en ello: sin conocer el judaísmo del Segundo Templo es imposible captar lo que fue el cristianismo primitivo, pero para comprender aquel judaísmo es imprescindible entender Qumrán. Eso es lo que vamos a intentar, siquiera a breve vuelo de pájaro, en las páginas siguientes.
Antes, sin embargo, de adentrarnos en la identificación de la secta de Qumrán, en la trayectoria del fundador de la secta y en la lectura de algunos pasajes de los manuscritos, debemos recalar a una distancia menor del momento actual. Detengámonos siquiera por unos instantes, en las circunstancias que rodearon el hallazgo de tan grandiosa biblioteca y en la aventura de su publicación.
II - El hallazgo

Los grandes descubrimientos arqueológicos han venido no pocas veces más de la mano del azar que de un proyecto madurado por la voluntad del hombre. Por audaz que pueda parecer una afirmación así lo cierto es que nuestro siglo ha sido testigo de dos ejemplos harto significativos de la veracidad de la misma. Uno de ellos fue el hallazgo de la biblioteca de Nag Hammadi. entre cuyas obras se hallaban una serie de evangelios extracanónicos como el de Tomás o el de Felipe, así, como un conjunto de escritos relacionados con el gnosticismo.
El otro fue la aparición de los documentos del mar Muerto. En los dos casos, tanto por la cantidad como por el contenido, nos hallamos ante dos descubrimientos de relieve trascendental. De hedió, cabe decir que tras la aparición y publicación de ambos, ni la historia del cristianismo ni la del judaísmo del Segundo Templo pueden ser escritas como hasta ahora.
El descubrimiento de la cueva 1
En las dos ocasiones mencionadas, los descubridores de ambos conjuntos de documentos resultaron ser personajes desconocidos hasta entonces. Nada los relacionaba ni por su formación ni por su labor habitual con el mundo académico. Tampoco era su intención servir al curso de la investigación histórica o, siquiera, al menos inicialmente, encontrar algo que pudiera proporcionarles un mínimo lucro.

En el caso de los documentos del mar Muerto, aunque los relatos transmitidos discrepan en pequeños detalles, conocemos sustancialmente como se desarrolló la secuencia de los descubrimientos iniciales. De acuerdo con una de las versiones conocidas, a finales de 1946, tres pastores pertenecientes a la tribu beduina Táamireh, llamados Jalil Musa, Jum'a Mohamed y Mohamed ed Dhib descubrieron, de manera fortuita, una serie de manuscritos ocultos en la cueva de Qumrán a la que, posteriormente, se denominó número 1.
Otro de los relatos circunscribe el mérito del descubrimiento sólo al último de los individuos mencionados. En cualquier caso, lo que sí parece obvio es que, en el curso de un par de visitas, los beduinos se apoderaron de siete rollos y un par de jarras en las que se ocultaban manuscritos.

Para la primavera del año siguiente, los hallazgos estaban en poder de dos anticuarios árabes, Jalil Iskandar Shalim y Faidi Salahi. Por medio suyo, cuatro de los rollos fueron comprados por el archimandrita del convento de san Marcos en Jerusalén.
El profesor Sukenik, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, adquiriría para la institución a la que pertenecía los tres manuscritos restantes. Siete años más tarde, esta misma entidad docente conseguiría hacerse con la totalidad de los documentos, comprando los que se hallaban en poder del archimandrita. Si tal transacción no se realizó antes fue debido al elevado coste de la misma.
Las excavaciones

Como era de esperar, las primeras noticias publicadas sobre los hallazgos provocaron la lógica respuesta arqueológica. Identificada la cueva 1, se iniciaron las excavaciones bajo la dirección del P. R. de Vaux, director de la Escuela Bíblica y Arqueológica Francesa de Jerusalén, y de G. L. Harding, director del Departamento de Antigüedades de Jordania.
La cueva había vuelto a ser visitada por los beduinos que olfateaban negocio en aquellos documentos, pero pese a su labor depredadora, pudieron encontrarse unos seiscientos fragmentos procedentes de una setentena de manuscritos, así como los restos de cincuenta jarras y otros materiales. El material llevado por los beduinos no se había extraviado sino que obraba en manos de Jalil Iskandar Shalim, el anticuario al que nos referimos antes.

Las excavaciones prosiguieron entre 1951 y 1965, llegándose a realizar cinco campañas en las ruinas de Qumrán bajo la dirección de De Vaux y de Harding. Pronto se llegó a la conclusión de que un colectivo —al que se denominó «comunidad de Qumrán»— había ocupado durante un par de siglos el enclave, constituido por las ruinas de una fortaleza construida en los siglos VII o VI a. de C. y abandonada durante siglos.
La labor arqueológica permitió distinguir tres fases de ocupación de Qumrán. La primera debería fecharse poco antes del reinado de Juan Hircano o durante el mismo (135/4-104 a. de C.), aunque De Vaux prefirió datarla en torno al 161-143/2 a. de C.). Durante el reinado de Alejandro Janeo (103-76 a. de C.) las instalaciones se ampliaron, adquiriendo su estructura definitiva.
En esta fase —que llega hasta el reinado de Heredes el Grande (37-4 a. de C.)— se produjo un terremoto, un incendio o ambos desastres a la vez. Asimismo, tuvo lugar un abandono del lugar por parte de los miembros de la secta. Durante el reinado de Arquelao (4 a. de C. 6 d. de C.) el enclave volvió a ser ocupado hasta c. 68 d. de C. en que los romanos destruyeron el lugar y la comunidad que lo ocupaba desapareció.

En paralelo a las excavaciones, De Vaux y Harding se dedicaron a explorar las cuevas del área de Qumrán con resultados importantes. Como era de suponer, no estaban solos en esa tarea. Al año siguiente de comenzar las tareas arqueológicas, y mientras los arqueólogos descubrían las cuevas 3 y 5, los beduinos hacían lo mismo con la 2 y la 4. En 1956, los beduinos hallaron la cueva 6 y los arqueólogos las cuevas 7, 8, 9 y 10.


La cueva 4
Como hemos indicado, el descubrimiento de la cueva 4 tuvo lugar en 1952, y no deja de ser curiosa la circunstancia de que los beduinos dieran con la misma antes que el equipo arqueológico. Pese al saqueo previo realizado por los miembros de la tribu, se logró salvar un millar de fragmentos, procedentes de un centenar de manuscritos, gracias a que los beduinos habían pasado por alto una pequeña habitación subterránea en que se encontraban aquellos. Obviamente, era esencial hacerse con los manuscritos en poder de los beduinos y fruto de ese intento se inició una batalla que duraría hasta 1958.

Para dar una idea de la importancia de lo escondido en esta cueva, puede señalarse que el volumen de este hallazgo se calcula en unos quince mil fragmentos procedentes de quinientos cincuenta manuscritos distintos. Un centenar de los mismos son reproducciones de los libros de la Biblia hebrea (el Antiguo Testamento sin deuterocanónicos o apócrifos) salvo el libro de Esther.

 La cueva 11

Corría el año 1956, cuando los beduinos, en estrecha competición con el equipo arqueológico, obtuvieron otro triunfo al dar, cerca de la cueva 3, con los manuscritos de la cueva 11. A esas alturas, los descubridores eran más que conscientes del valor de estos manuscritos, lo que tuvo como consecuencia que las negociaciones encaminadas a conseguir los mismos resultaran muy prolongadas y que hasta 1961 no se pudiera conocer su contenido.

Las autoridades científicas se estaban viendo abocadas por lo tanto a una lucha en dos frentes. Por un lado, el propio de sus tareas como especialistas; por otro, el de intentar recuperar aquello de lo que se había apoderado gente, poco consciente de la relevancia de los documentos, pero que sospechaba sus posibilidades monetarias.
Todavía en 1967 quedaba en poder de Jalü Ikkandar Shalim, alias Kando, un manuscrito de enorme importancia. La cantidad pedida por el anticuario era astronómica y existía la sensación de que no podría ser adquirido. Estalló entonces la Guerra de los Seis Días y, al día siguiente de concluir la ocupación israelí de la zona árabe de Jerusalén, el gobierno de Israel se incautó del documento que obraba en poder de Kando.
Se iniciaría así un proceso judicial que duraría dos años y que concluiría en 1969 con una sentencia en virtud de la cual el Estado de Israel conservaba el manuscrito a cambio de entregar a Kando una indemnización superior a los cien mil dólares. El proceso de adquisición estaba concluido.
 III - La publicación La década de los cincuenta

Los descubrimientos arqueológicos prácticamente carecen de valor científico si no van seguidos por una publicación y posterior evaluación de lo hallado. En el caso de restos escritos, la importancia de este paso resulta aún mayor. Contra lo que se ha venido afirmando en literatura especialmente sensacionalista, más atenta a las cifras de venta que a la información fidedigna, lo cierto es que la publicación de los diferentes materiales de Qumrán se inició ya en una fecha cercana a la de los primeros descubrimientos.
En 1948, diversos artículos de BASOR, así como una obra de L. Sukenik dieron inicio a un proceso de divulgación de los hallazgos, marcado por un acercamiento rigurosamente científico a los mismos. Dos años después aparecía ya la edición oficial de las obras conocidas como lQIsa y de IQpHab, gracias al patrocinio de la ASOR.
En 1951, fue publicado 1QS; y un lustro más tarde sucedió lo mismo con los tres manuscritos en manos de la Universidad Hebrea (IQIsb, 1QH y 1QM). En 1956, bajo el título de Génesis Apócrifo (IQap Gen), sacan de la imprenta los elementos mejor conservados del Rollo de Lamec.

También en esta década serían publicados materiales procedentes de la excavación arqueológica realizada en la cueva 1, así como algunos de los fragmentos que, encontrados por los beduinos en la misma, obraban ahora en manos del equipo arqueológico (1Q8, 1Q19 bis, 1Q28, lQ34bis, IQTObis, 1Q71, 1Q72).

La década de los sesenta

El proceso de publicación no se vio interrumpido durante la década siguiente. De hecho, a inicios de la misma, tendría lugar un nuevo hito en el proceso al que nos estamos refiriendo al publicarse todos los materiales de las cuevas 7-10. Asimismo, vieron la luz los primeros manuscritos pertenecientes a la cueva 4.
Como ya tuvimos oportunidad de señalar en el capítulo anterior, el material hallado en esta gruta fue muy numeroso. Precisamente por ello, se optó por encomendar las tareas relacionadas con el mismo a un equipo internacional e inter confesional de especialistas, reunido en Jerusalén bajo la dirección de R. de Vaux.

Es de admirar la rapidez con que este grupo de eruditos —muy limitado numéricamente si tenemos en cuenta la magnitud de la labor— consiguió ordenar los materiales, describir su contenido, preparar la transcripción de los fragmentos y elaborar una concordancia de las palabras contenidas en ellos.

En 1969, se publicó el material que le había correspondido a J. M. Allegro, si bien la labor realizada por este especialista pecó, quizá, de excesivo apresuramiento y de ahí que, prácticamente, hoy se considere que carece de valor a menos que sea utilizada junto a las más de cien páginas de correcciones propuestas por J. Strugnell al año siguiente.

En este mismo decenio se puso al alcance del público el rollo de los Salmos y el de Ezequiel, procedentes ambos de la cueva 11.

La década de los setenta

Pero si las dos décadas anteriores habían estado caracterizadas por una intensa actividad editora, los años setenta apenas vieron la aparición de nuevo material publicado, salvo excepciones como el targum de Job o el rollo del Templo. Esta circunstancia, unida al hecho de que aún no estuviera concluido el proceso de publicación de los materiales hallados en la cueva 4, llevó a algunos especialistas a protestar por lo que consideraban un retraso imperdonable. Así, en 1977, el profesor de Oxford, Geza Vermes, afirmó que semejante episodio constituía el «escándalo académico del s. XX».

Declaraciones de ese tipo sumadas a otras —que ya tenían décadas— en el sentido de que los manuscritos del mar Muerto revelaban la existencia de un cristianismo heterodoxo o el caldo de cultivo espiritual del que había surgido Jesús, provocarían, entre otros resultados, la aparición de una literatura, de ínfima o nula calidad científica, destinada a revelar los supuestos «secretos» de Qumrán, que «altas autoridades» estaban interesadas en ocultar.

De la década de los ochenta hasta el día de hoy

Tal situación iba a experimentar un avance decisivo durante los años ochenta. Por un lado, se produjo la publicación de material inédito como el asignado a M. Baillet procedente de la cueva 4, el Levítico escrito en caracteres paleo-hebreos de la cueva 11, o los textos arameos.
Por otro, se inició un movimiento de opinión tendente a ampliar el número de especialistas que tuvieran acceso a los manuscritos y a concluir con la publicación de los mismos. Papel preponderante en este último aspecto lo desempeñó una campaña de prensa iniciada en 1985 por Hershel Shanks, director de la Biblical Archaeological Remew, en 1985.

Tres años después, las autoridades israelíes nombraban como jefe del Departamento de Antigüedades de Israel a Amir Drori. Este, que había sido general en el pasado, no tardó en imponer un ritmo de trabajo al conjunto de eruditos que se ocupaban de los rollos del mar Muerto que a algunos les ha hecho pensar en sus antecedentes militares.
Bajo sus órdenes, el equipo de expertos fue aumentado a cincuenta, el profesor Emanuel Tov, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, fue nombrado editor-jefe del proyecto y se fijó una fecha para el estudio y publicación de los materiales restantes, pasada la cual, el especialista que no hubiera realizado su tarea se vería privado de la posibilidad de seguir participando el proyecto.

La norma se ha venido cumpliendo hasta la fecha con meticulosidad. En 1992, J. T. Milik —en cuyo poder obraban más de cien documentos— aceptó el requerimiento de Tov para que el material que tenía entre manos fuera asignado a otros estuDiosos. En poco tiempo, un conjunto de obras relacionadas de manera casi exclusiva con un grupo reducido de especialistas pasaba, pues a convertirse en patrimonio común de investigación y se cimentaba la razonable expectativa de que todo el material hubiera quedado publicado para finales de 1993.

Con esta última fase de publicación puede decirse que concluye una controversia y se fija un hito en el estudio de la historia del Antiguo Oriente.
IV - La identificación de la secta del mar Muerto
El conjunto de hallazgos realizados en las cercanías de Qumrán dejó pronto de manifiesto que nos encontrábamos ante una biblioteca de contenido teológico perteneciente a un colectivo judío cuya identificación no resultaba evidente a primera vista.
Para poder establecer a qué grupo estaban adscritos los sectarios del mar Muerto fue necesario ir esperando pacientemente la publicación de los materiales y, con posterioridad, proceder a un análisis en profundidad de los mismos.
En las siguientes páginas vamos a hacer, en primer lugar, un análisis somero de las diversas teorías articuladas en relación con la identidad de la secta del mar Muerto, y, finalmente, formularemos la solución que, a nuestro juicio y al de la mayoría de los estuDiosos, encaja mejor con los datos que nos proporcionan las fuentes.

1. La tesis judeo-cristiana

A los pocos años de producirse los primeros descubrimientos relacionados con los rollos del mar Muerto, J. L. Teicher abogó por la identificación de la secta del mar Muerto con el judeo-cristianismo primitivo. En un sentido similar se definió G. Margoliouth. No obstante, las conclusiones defendidas por cada uno de estos autores distaban mucho de identificarse. Para el primero, el Maestro de Justicia sería Jesús y el Sacerdote Impío debería identificarse con Pablo de Tarso.


En favor de esta tesis abogaba el hecho de que, ciertamente, en algunos grupos judeo-cristianos de corte heterodoxo, como es el caso de los ebionitas, existía una clara animosidad contra el apóstol de los gentiles. De acuerdo a los mismos, Jesús habría representado el cristianismo en su estado más puro y Pablo, la corrupción del mismo.

El principal problema —aunque no el único— que presentaba esta tesis deriva de la clara dificultad existente a la hora de encajar los datos que tenemos sobre el Maestro de Justicia y el Sacerdote Impío con los relativos a Jesús y a Pablo. De hecho, este último ni persiguió a Jesús hasta Qumrán, ni despojó a la comunidad de sus bienes en un día de Yom Kippur, etc. A esto se unirían otros inconvenientes para aceptar esta tesis, a los que haremos referencia más adelante.

Para el segundo de los autores mencionados, el Mesías de Aarón y de Israel al que hacen referencia los manuscritos del mar Muerto debía ser identificado con Juan el Bautista, mientras que Jesús sería el Maestro de Justicia. Como en el caso anterior, hay que señalar que los datos contenidos en las fuentes hacen imposible tal identificación. Así, por citar algún ejemplo, el Maestro de Justicia murió en Qumrán; sin embargo, Jesús fue crucificado en Jerusalén, etc.

Una variante de esta postura es la representada por la «tesis mixta» de B. E. Thiering, que pretendía demostrar el paso de los sectarios por diversas fases teológicas. De acuerdo con esta profesora, inicialmente, la secta habría sido esenia para luego convertirse en zelote, judeo-cristiana y, finalmente, zelote.


El Maestro de Justicia sería Juan el Bautista y el Sacerdote Impío, Jesús de Nazaret. De esta manera, los escritos del Mar Muerto vendrían a mostrar otra visión de las relaciones entre Juan y Jesús diferentes a las contenidas en el Nuevo Testamento. El cisma en la secta vendría a ser la división de la misma al seguir la mayoría de sus miembros a Jesús. Una vez más, las objeciones formuladas en relación con los autores ya mencionados son válidas respecto a la obra de B. E. Thiering.

En los últimos años, la tesis del origen judeo-cristiano del colectivo de Qumrán —que es rechazada de manera unánime por la opinión científica independientemente de su adscripción ideológica— ha sido reflotada por R. Eisenman y popularizada por M. Baigent y R. Leigh en un tono que, en el último caso, recuerda más la prensa amarilla que la investigación científica.


De acuerdo con R. Eisenman, los sectarios de Qumrán fueron los judeo-cristianos capitaneados por Santiago, el hermano de Jesús. Estos mantenían, supuestamente, una ideología que, aún reconociendo a Jesús como el mesías, debe ser identificada con la de los zelotes. La oposición a los mismos vendría de Pablo de Tarso, más partidario de colaborar con los romanos.

La tesis de la identificación judeo-cristiana, en sus diversas manifestaciones, ya quedó refutada hace años por A. Dupont-Sommer, pues no deja de ser claro, a la luz de los documentos, que el Maestro de Justicia no puede identificarse con Jesús y que Pablo difícilmente puede ser el Sacerdote Impío puesto que no pertenecía a la casta sacerdotal sino a la tribu de Benjamín. Debe añadirse a esto —como ya hemos indicado— que los retratos históricos que de los diversos personajes nos muestran las fuentes, en absoluto, permiten considerar que se trate de los mismos.

A todo lo anterior hay que sumar dos argumentos que desestiman de una manera decisiva la mencionada posibilidad. El primero es el análisis paleográfico. El segundo, la datación mediante el carbono 14. El método paleográfico ha dejado establecido que todos los manuscritos fueron copiados en un arco temporal que va del s. III a. de C. al último cuarto del s. I.


Precisamente por ello, mal pueden referirse al cristianismo primitivo, ya que éste se encontraba, cronológicamente, en algunos casos, hasta a unos trescientos años de distancia en el futuro. No es de extrañar, por lo tanto, que los sustentadores de la tesis judeo-cristiana hayan ocupado buena parte de sus estuDios en tratar de invalidar los análisis paleográficos. Las evidencias, sin embargo, resultan irrefutables.

A las mismas conclusiones que el método paleográfico nos ha permitido llegar el análisis con C-14. El descubrimiento en 1987 de una nueva técnica, en virtud de la cual la cantidad de material que hay que destruir para proceder a una datación concreta se reduce a 0.5-1.0 miligramos de carbón, permitió proceder a una nueva evaluación cronométrica de los manuscritos.


En 1990, se aplicó este método a ocho manuscritos de Qumrán, obteniendo unos resultados similares a los derivados del análisis paleográfico. Todos estos elementos conjugados excluyen de raíz las teorías que atribuyen un origen zelote o judeocristiano a la secta del mar Muerto.


2. La tesis karaíta

Formulada en 1949, al poco de descubrirse los manuscritos, y defendida inicialmente por S. Zeitlin, esta teoría apuntaba a un origen medieval y karaíta de los escritos de Qunram. Partiendo de esta base, el Documento de Damasco sería un «fraude pío» destinado a demostrar el origen antiguo de los karaítas.


Con el tiempo ha ido ganando terreno la posibilidad de una relación teológica entre los sectarios de Qunram y los caraítas pero la idea de un origen medieval de los escritos de Qumran se viene abajo cuando tenemos en cuenta los resultados del análisis paleográfico y de la aplicación del C-14 a los mismos.


3. La tesis saducea

La identificación de los sectarios de Qumrán con los saduceos ha sido sostenida por R. North y A. M. Habermann. Aunque las diferencias entre lo que conocemos de los saduceos y los sectarios del Mar Muerto en una fase desarrollada son evidentes y no permiten identificar a los dos grupos, no puede descartarse «a priori», como se ha hecho frecuentemente, toda relación entre ambos colectivos.


El carácter sacerdotal, fuertemente conservador, y su asociación con el clero sadoquita son factores difícilmente explicables si no se acepta la idea de puntos de contacto que van más allá de lo superficial. Posiblemente, lo erróneo en los autores citados haya sido el tratar de insistir en una identidad de los dos grupos en lugar de rastrear más a la búsqueda de un posible origen común.


4. La tesis zelota

De mayor predicamento aunque de menos base, desde nuestro punto de vista, ha gozado la teoría que identificaba a la secta de Qumrán con los zelotes o zelotas. Ya antes de los descubrimientos de Qumrán, el P. Lagrange se había mostrado partidario de identificar a los sectarios del Documento de Damasco con los zelotes.

Tras producirse los hallazgos de Qumrán, y partiendo de argumentos muy similares, C. Roth y G.R. Driver se pronunciaron por identificar a la secta del Mar Muerto con los zelotes. Para el primero, el Maestro de Justicia fue Menahem ben Judá, uno de los caudillos zelotes de la guerra contra Roma (66-73 d. de C.).


Su muerte habría que situarla en el año 66 d. de C. cuando, como consecuencia de un enfrentamiento con el «Sacerdote Impío» —al que se identificaba con Eleazar ben Hananía, capitán de los guardias del Templo— sus seguidores fueron dispersados y el propio Menahem ben Judá fue ejecutado sumariamente en la colina del Ofel.

G. R. Driver articuló una tesis zelote mucho más elaborada que la de Roth y, aunque hoy sabemos que resulta insostenible en bloque, no puede negarse que aparentaba contener algunos elementos más de verosimilitud. También para Driver, el trasfondo histórico de los rollos se encontraba en la Guerra contra Roma (66-73 d. de C.).


Los sectarios de Qumrán procederían del cisma sadoquita que, por otro lado, también habría dado nacimiento a los saduceos. El grupo desgajado con ocasión del cisma sadoquita habría huido a Egipto hacia el 170 a. de C. con Onías IV, regresando posteriormente a Jerusalén y aceptando la jefatura del sacerdote Boecio, tras la intervención pompeyana.


Con posterioridad, el liderazgo de Boecio se habría visto cuestionado y sus seguidores se habrían colocado bajo el mando de Judas el galileo, uno de los presuntos fundadores de los zelotes. Tras la muerte de Judas el 6 d. de C., estos zelotes se habrían trasladado a Qumrán. En cuanto a la identificación del Maestro de Justicia y del Sacerdote Impío, Driver optaba por una solución similar a la de Roth.

Ya hemos señalado que la teoría de Driver está mucho mejor articulada que la de Roth. No obstante, su desprecio por los datos arqueológicos, que indican una ocupación continua de Qumrán desde el siglo n a. de C. hasta el 68 d. de C., la convierten en igualmente insostenible.


Así lo supo señalar De Vaux, a nuestro juicio, de manera irrefutable. Por otro lado, como ya hemos visto, los análisis paleográfico y de C-14 obligan a descartar la más mínima posibilidad de que se corresponda con la verdad histórica.


5. La tesis farisea

Al igual que sucedió con la tesis zelote, la atribución de una identidad farisea al Documento de Damasco ya había sido formulada antes de los descubrimientos del mar Muerto. Con posterioridad a éstos, se han producido varios intentos encaminados a demostrar una identidad entre los sectarios del Mar Muerto y los fariseos.


Tanto A. Dupont-Sommer como R. de Vaux refutaron en su día tal posibilidad con argumentos que, desde nuestro punto de vista, continúan siendo definitivos. Entre ellos cabe destacar el hecho de que los fariseos constituían una secta fundamentalmente laica mientras que la del Mar Muerto era sacerdotal, que el calendario de los fariseos era lunar mientras que el de los sectarios de Qunram era solar, etc.


6. La tesis esenia

La teoría que identifica a los sectarios de Qumrán con los esenios o con una escisión de éstos es la sostenida mayoritariamente por la comunidad científica internacional. El primero en señalar tal posibilidad fue E. L. Sukenik pero el mérito de su difusión se debe principalmente a Dupont-Sommer. En términos generales, los esenios son el grupo que resulta más fácil de identificar con los sectarios de Qumrán.


Por otro lado, las diferencias entre los datos contenidos en los manuscritos del mar Muerto y los transmitidos sobre los esenios por Flavio Josefo pueden achacarse a un desconocimiento por parte de éste último de toda la evolución doctrinal de la secta.

En 1987, se formuló en público por primera vez la denominada «Hipótesis de Groninga», que permite conciliar las similitudes entre los esenios y la secta de Qumrán con las diferencias existentes entre ambos. De acuerdo con esta hipótesis, el colectivo de Qumrán se habría originado a partir de una escisión que tuvo lugar en el seno de los esenios.


Estos nacen dentro de una tradición apocalíptica que está pujante en Palestina a finales del s. III y durante el s. II a. de C. Por el contrario, la comunidad de Qumrán aparecería en virtud de un desgarramiento de los esenios acaecido en la segunda mitad del s. II a. de C. y habría sido capitaneada por el Maestro de Justicia.

Con ligeras variaciones en cuanto a la fecha y lugar de aparición del grupo esenio, hemos sustentado con anterioridad una tesis similar en cuanto a la identificación de los sectarios de Qumrán con una escisión de los esenios. A nuestro juicio, hoy por hoy, esta visión constituye la respuesta más coherente a la hora de conciliar las coincidencias y divergencias entre los esenios y los sectarios de Qumrán, así como en relación con el origen del movimiento.

Por otro lado, y aparte de las similitudes en cuanto a organización y pensamiento se refiere, esta posibilidad encaja a la perfección con los datos suministrados por el análisis paleográfico y la datación realizada en 1990 con una nueva técnica de C-14. Además, armonizan con las noticias en relación con el surgimiento de la secta que aparecen en los propios manuscritos de Qumrán.


Así, en el Documento de Damasco (CD), se establece claramente como fecha del nacimiento de la secta 390 años después de que el reino de Judá fuera destruido por Nabucodonosor (CD 1, 6 ss). Veinte años después, habría aparecido el Maestro de Justicia (CD 1, 10 ss). Teniendo en cuenta que Jerusalén fue arrasada por Nabucodonosor en el 587 a. de C., el nacimiento del grupo tuvo que tener lugar en el siglo II a. de C., y no en la época de Jesús o en la que se originaron los zelotes.


De la misma manera, el documento 4QMMT o Miqshat Ma'aseh Ha-Torah permite percibir un intento de acercamiento entre los sectarios de Qumrán y el clero de Jerusalén. Del mismo se deriva que la secta de Qumrán se identificaba con la halajah de los saduceos, en lo que al culto del Templo se refiere, más que con la de los fariseos. Al mismo tiempo, el contexto, de nuevo, nos remite a un periodo situado en el siglo II a. de C.





En conclusión podemos decir que los datos de que disponemos actualmente permiten zanjar de manera definitiva el problema de la identificación de los sectarios de Qumrán. El análisis paleográfico, la datación con C-14, los datos históricos de las fuentes y las noticias relacionadas con la vida y creencias de los sectarios obligan a descartar de manera definitiva las teorías que identifican a la secta con karaítas, fariseos, zelotes o judeo-cristianos. Tampoco fueron saduceos los sectarios de Qumrán aunque, ciertamente, parecen haber tenido puntos de conexión con la halajah saducea.

El colectivo de Qumrán sólo puede ser identificado con los esenios, o mejor, con una escisión acontecida en el seno de los mismos. Con el paso del tiempo y debido especialmente a la poderosa personalidad del Maestro de Justicia, este grupo iría radicalizando progresivamente sus puntos de vista hasta convertirse en un colectivo original y específico.

El nacimiento del grupo debe fijarse, sin lugar a dudas, en la segunda mitad del siglo II a. de C, y precisamente por ello en ese marco cronológico es donde deben ser buscados e identificados los diferentes personajes a los que se hace referencia en los manuscritos del mar Muerto. Hechas estas salvedades ya podemos entrar en la persona del que fue su fundador, primero, y su inspirador, después.

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