El
siguiente párrafo es el capítulo 12 del libro titulado: “Una revelación divina
del cielo” de Mary Katherine Baxter.
Solo nos
describe un “atisbo” de lo que nos espera más allá del sol, en la gloria
eterna….
VIENE UN
MUNDO NUEVO
ID muchos días
después de mi estancia final
En el infierno
estuve desesperadamente enferma. Tenía que dormir con las luces encendidas.
Necesitaba la Biblia a mi lado en todo momento y la leía constantemente. Mi alma
había sufrido un fuerte impacto. Yo Había experimentado parte de lo que sufren
los perdidos cuando van al infierno.
Jesús me decía:
“Calla, enmudece” (Marcos 4:39), y la paz inundaba mi alma. No obstante, dentro
de pocos minutos volvía yo a gritar, histérica con miedo.
Durante esa etapa,
sabía que nunca estaba sola y que Jesús siempre estaba presente. Sin embargo,
incluso con ese conocimiento, a veces no podía sentir su presencia. A menudo
tenía tanto miedo de tener que volver al infierno que hasta sentía temor de que
Jesús estuviera cerca de mí.
Cuando intentaba
contarles a los demás acerca de mis experiencias en el infierno, no me
escuchaban. Les rogaba: “Por favor, arrepiéntanse de sus pecados antes de que
sea demasiado tarde.” Era difícil que ninguno de ellos creyera tanto lo que les
contaba del tormento que yo había sufrido, como que Jesús me había dicho que
escribiera acerca del infierno.
El Señor me volvió a
asegurar de que Él es el Dios que sana. Aunque no quedé convencida de que algún
día me recuperaría del todo, sí llegué a sanar paulatinamente por
completo.
PARAISO DE
PAZ
Y entonces volvió a
suceder. De nuevo me hallé junto al Señor Jesús, y nos elevamos a gran altura…
hacia el cielo.
Jesús Me dijo:
“Quiero mostrarte el amor y la bondad de Dios y porciones del cielo. Deseo que
veas las maravillosas obras del Señor, que son tan hermosas de
contemplar.”
Un ángel vino a
nuestro encuentro y me dijo: “Mira la bondad del Señor tu Dios. Su misericordia
permanece para siempre.”
Había tal sensación
de amor y ternura alrededor del ángel que yo estaba a punto de llorar cuando de
nuevo me habló: “Contempla el poder, fuerza y majes tad de Dios. Déjame
mostrarte el lugar que Él ha crea do para los niños.”
De repente, un gran
planeta emergió ante nosotros, uno que parecía ser tan grande como la
tierra.
(Apocalipsis
21:1-2)1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer
cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
2 Y yo Juan vi la
santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como
una esposa ataviada para su marido.
Lo siguiente que oí
fue la voz del Padre que dijo:
El Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo son uno. El Padre y el Hijo son uno, y el Padre y el Espíritu
Santo son uno. Envié a mi Hijo a morir en una cruz para que nadie tenga que
perderse.
En breve voy a
mostrarte el lugar que he hecho para mis niños. Me interesan en gran manera
todos los niños. Me interesa cuando una madre pierde a un hijo, incluso cuando
el fruto del vientre es echado antes de su tiempo. Sabes, conozco todas las
cosas y sí me interesa.
Desde el momento en
que hay vida en el vientre, Yo me entero. Sé de los bebés que son asesinados
mientras están todavía dentro del cuerpo de su madre… las vidas abortadas que
son desechadas e indeseadas. Sé de las criaturas que nacen muertas y de las que
nacen con defectos paralizantes. A partir del momento de su concepción, cada una
de ellas es un alma.
Mis ángeles bajan y
me traen a los niños cuando mueren. En el cielo se les ama y se convierten en
seres perfectos. Les doy cuerpos sanos y restituyo cualquier miembro que hayan
perdido. Les doy cuerpos perfeccionados.
Por todo el planeta
había una sensación de que uno era amado, un sentido de bienestar perfecto. Todo
era perfecto. Aquí y allá en medio de la exuberante hierba verde y de los
estanques de agua cristalina y transparente había asientos de mármol y bancos de
madera finamente pulida.
Por todas partes que
veía, había niños que participaban en toda clase de actividades. Cada niño
vestía una túnica nítida blanca y sandalias. Las vestiduras blancas eran tan
brillantes que resplandecían con la magnífica luz del planeta. Una profusión de
color por todas partes acentuaba la blancura de los trajes de los niños. Los
ángeles eran los guardas de la entrada y los nombres de los niños estaban todos
escritos en un libro.
Ví a los niños
aprender la Palabra de Dios y música, la cual se les enseñaba con un libro
dorado. Me sorprendí al ver animales de todo tipo acercárseles a los niños o
sentarse junto a ellos mientras estaban en esta escuela angelical.
No había lágrimas ni
sufrimiento. Todo era supremamente hermoso. El gozo y la felicidad estaban por
todas partes.
Entonces, el ángel
me mostró otro planeta que brillaba como una gran luz ante mí. La luz brillaba
con el fulgor de un millón de estrellas y todo lo que había en el planeta era
hermoso y estaba vivo. En la distancia vi dos montañas de oro puro, mientras que
cerca de mí había dos puertas doradas, en las cuales había incrustados diamantes
y otras piedras preciosas.
Sabía en mi corazón
que ésta era la tierra nueva y que la ciudad que aparecía en todo su esplendor
ante mí era la Nueva Jerusalén… la ciudad de Dios tal y como descenderá a la
tierra.
DE NUEVO EN
LA TIERRA
Con rapidez yo
estaba de regreso mirando la tierra vieja, pero la tierra tal y como estará
después de la gran tribulación, aunque antes de que los fuegos finales del
Armagedón la limpien finalmente. En esta escena ví también a Jerusalén, la
ciudad capital del milenio.
En mi visión, ví a
personas venidas de cerca y de lejos que se dirigían a esa ciudad. Allí Jesús
era Rey y todas las naciones de la tierra le llevaban regalos y le rendían
homenaje. ¡No sólo era Él, de hecho, Rey, sino que también era reconocido como
Rey de reyes!
Jesús me dio la
interpretación de mi visión y me dio mayor claridad de lo que sucederá
entonces:
Pronto Yo regresaré
y me llevaré conmigo al cielo primero a los justos muertos. Luego, después de
ellos, serán arrebatados para estar conmigo en el aire los que estén vivos y
perma nezcan.
Después de eso, el
anticristo reinará en la tierra por un tiempo señalado, y habrá tribulaciones
tales como jamás las ha habido antes ni nunca las habrá otra vez.
Y entonces regresaré
con mis santos y satanás será echado en el abismo, donde permanecerá mil años.
Durante esos mil años reinaré en la tierra desde Jerusalén.
Cuando haya pasado
el milenio, satanás será liberado por una temporada y lo derrotaré con el brillo
de mi venida. La tierra vieja pasará.
He aquí que habrá
una tierra nueva y una Nueva Jerusalén que descenderá en ella y reinaré para
siempre.
Como
siempre… deseamos que sea para edificación en sus vidas.
Shalom
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