Estudio Bíblico: La Gran Pausa (Jack Kelley)
La Gran Pausa
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Si es que ustedes han oído de la administración (dispensación) de la gracia de Dios que me fue dada para con ustedes; que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente (Efesios 3:2-3)
Una de las cosas más difíciles para una persona que no está familiarizada con la teología de la dispensación, es el poder entender por qué Israel necesita existir del todo en los últimos días, y menos aún reconstruir su Templo. Una discusión reciente con un profesor de teología de una bien conocida Escuela Cristiana de la Costa Oeste de los EE.UU., aclaró este punto.
Nos encontrábamos hablando sobre nuestros respectivos puntos de vista acerca los tiempos del fin. Cuando mencioné el futuro templo y el re-despertar de Israel hacia su relación de Antiguo Pacto, él me miró como si yo fuera de otro planeta. Él se graduó del seminario de una de las principales denominaciones en donde había sido inmerso en la teología liberal, así que lo poco que conocía sobre los tiempos del fin era totalmente alegórico. A él nunca se le enseñó nada de lo que yo le estaba hablando.
Me preguntó, ¿por qué motivo Dios va a traer de vuelta a Israel cuando la Iglesia remplazó a Israel ante Sus ojos? Y aunque Él lo hiciera, ¿por qué los va a llevar hacia una relación de Antiguo Pacto cuando Él le dijo a la Iglesia que desde la cruz el Antiguo Pacto ya no aplica?
Muy Buenas Preguntas
La mayoría de los cristianos no pueden responder esas preguntas, y aun entre aquellos que toman la Biblia literalmente, muchos solamente pueden decir, “porque la Biblia lo dice”. No pueden explicar por qué lo dice.
Es solamente cuando uno entiende que la Era de la Gracia no terminó con la Era de la Ley, sino que solamente la interrumpió durante siete años antes de que se llegara a completar su tiempo asignado, es entonces cuando eso queda claro. La Era de la Iglesia no tenía la intención de ser el siguiente paso de Dios en Su revelación progresiva a la humanidad. Fue una completa desviación, totalmente diferente a todo lo que había hecho antes. Y eso empezó cuando la Iglesia nació y terminará con el Rapto, y nunca más se volverá a repetir. Lo que sucedió fue lo siguiente.
Antes de finalizar el cautiverio en Babilonia, el Ángel Gabriel le dijo a Daniel que a Israel se le estaba otorgando 490 años para que completara seis tareas.
Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación (transgresión), y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos (el lugar) (Daniel 9:24).
Cuando el Señor fue crucificado, ya habían pasado 483 años de esos 490. Recuerden que por eso fue que los discípulos se sorprendieron cuando el Señor les dijo que el Templo pronto sería destruido (Mateo 24:2). Es por eso mismo que 40 días después de la resurrección ellos le preguntaron si Él iba a restablecer el Reino a Israel en ese momento (Hechos 1:6). Ellos pensaban que se encontraban a siete años del comienzo de la Era del Reino. Diez días después, en Pentecostés, dio inicio la indeterminada Era de la Iglesia, quedando pendiente por cumplirse los últimos siete años de la Era de la Ley, como había sido profetizado.
Después de haber transcurrido otros 20 años, el medio hermano del Señor, Jacobo, quien dirigía la Iglesia en Jerusalén en ese entonces, explicó que Israel había sido puesto a un lado mientras el Señor tomaba de entre los gentiles un pueblo para Sí mismo (La Iglesia). Después de eso Él se volvería a Israel para proseguir en donde había quedado (Hechos 15:13-18). Cerca de 18 años después de esto, el Templo fue destruido para nunca más volver a ser levantado. En el año 135 d.C. la nación de Israel dejó de existir como tal. El Emperador Adriano destruyó lo que había quedado de Jerusalén, construyó sobre sus ruinas una nueva ciudad a la que llamó Aelia Capitolina, y le prohibió a todo judío el ingreso a la misma. Pero la promesa del Señor está vigente. Tan pronto como Él se haya llevado a Su Iglesia, Él se volverá de nuevo a Israel para completar los últimos siete años de la Era de la Ley, también conocidos como la Semana Setenta de Daniel.
Estos hechos tanto de la Biblia como de la historia, deshacen completamente cualquier argumento sobre la validez de la teología del reemplazo. Estos hechos explican por qué Israel tiene que existir en los tiempos finales y porqué los judíos necesitarán de un Templo.
La Gran Pausa
Así como Pentecostés fue el inicio oficial de la Era de la Gracia, no señaló el final de la Era de la Ley, como tantas personas en la Iglesia lo asumen de manera equivocada. Es solamente una Gran Pausa mientras el Señor se dedica a Su Iglesia, algo que era Su intención hacer todo el tiempo, pero que solamente había sido divulgado de manera muy general en el pasado.
Hablándole a Su Mesías, el Señor dijo, “Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta los confines de la tierra” (Isaías 49:6).
Cuando usted comprende la Gran Pausa, muchas de las otras cosas se acomodan en su respectivo lugar. Ya hemos discutido el renacimiento de la Nación de Israel y la reconstrucción del Templo. Israel debe de renacer y tendrá que convertirse en un pueblo del pacto otra vez para poder completar sus siete años finales. Esto es lo que hace que su renacimiento sea una señal poderosa de que la Gran Pausa está por terminar. La única razón para que Israel exista otra vez es para poder completar los restantes siete años de la Era de la Ley, para luego recibir el Reino prometido. Eso también explica el retorno a los sacrificios de animales durante ese tiempo. Es así como las cosas eran antes de que comenzara la Gran Pausa, y es la forma como deberán ser después de que la misma termine. A pesar de que las personas siempre han sido salvas por la fe, durante la Era de la Ley su fe tiene que evidenciarse obedeciendo la Ley.
El comprender la Gran Pausa también nos ayuda a ver porqué el Rapto de la Iglesia debe de anteceder a esos últimos siete años. El propósito de la Gran Pausa es para que el Señor pueda tomar para Su nombre un pueblo de entre los gentiles. La palabra griega traducida “tomar” en Hechos 15:14 es lambáno. Una mirada a los significados principales de lambáno nos revela que la intención de la palabra es el describir a alguien que toma algo con el propósito de llevárselo. Una vez que la Iglesia esté completa el Señor nos llevará antes de volver Su atención de nuevo a Israel. Esto es consistente con la declaración de Pablo en Romanos 11:25 de que le ha acontecido a Israel endurecimiento en parte hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles. La palabra “entrado” significa llegar a su destino, como cuando una nave entra en puerto. Según Juan 14:2-3 nuestro destino es el Cielo. Una vez que la Iglesia haya sido llevada a su destino en el Cielo, la Gran Pausa terminará. La ceguera le será quitada a Israel, e Israel completará sus siete años finales.
El Rapto tiene que suceder antes de que inicie la Semana Setenta de Daniel, porque la Semana Setenta es para Israel. Es su última oportunidad para poder reconciliarse con Dios a través del Mesías y prepararse para el Reino que Él les prometió desde hace tanto tiempo. 2.500 años antes del hecho, Zacarías profetizó que esto tendría lugar cerca del final de la Semana Setenta.
“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zacarías 12:10).
Pablo confirmó lo anterior y dijo que eso sucedería después del Rapto.
“Porque no quiero, hermanos, que ignoren este misterio, para que no sean arrogantes en cuanto a ustedes mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, Cuando yo quite sus pecados” (Romanos 11:25-27).
Y la Gran Pausa explica por qué la salvación después del Rapto va a ser como lo era en tiempos del Antiguo Testamento. La única diferencia es que los creyentes después del Rapto volverán su mirada hacia la cruz, mientras que los creyentes del Antiguo Testamento la anticiparán. Hablando del momento cuando la marca de la bestia será obligatoria para todas las personas en la Tierra, el Señor dijo, “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12). De nuevo, la gente siempre ha sido salva por la fe, pero durante la Era de la Ley su fe debe evidenciarse por su obediencia a la Ley,
Eso también explica por qué los 144.000 siervos de Dios tienen que ser sellados antes de emprender su misión (Apocalipsis 7:3). Si la Iglesia aun estuviera aquí serían sellados de la misma manera como lo somos nosotros. Pero durante la Era de la Ley los creyentes no eran, ni tampoco serán, sellados con el Espíritu Santo como una garantía de su herencia como lo somos nosotros (Efesios 1:13-14). Los 144.000 es el único grupo en el mundo que se describe después del Rapto que es sellado. A propósito, algunos eruditos creen que solamente estos 144.000 van a ser protegidos sobrenaturalmente de las langostas demoníacas que menciona Apocalipsis 9.
Ya Lo Veo Claro Ahora
Y podría proseguir aun con más pruebas, pero creo que ya ustedes captaron la idea. Ningún otro sistema de teología puede explicar el plan general de Dios tan sucintamente como el dispensacionalismo. Ninguno nos puede dar un entendimiento claro de la conexión entre los eventos antes de Pentecostés y los eventos después del Rapto. Ningún otro nos ayuda a ver el “porqué” detrás del “que” descritos en la Biblia. Ningún otro puede demostrar de manera tan vívida la naturaleza única de la Iglesia, mientras que mantiene la integridad de las promesas de Dios a Israel. Y lo mejor de todo es que lo hace de una manera consistente con la interpretación literal, histórica y gramatical de Su Palabra.
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