Profecías autocumplidasDios no esta pensando en fulminarnos, sino en bendecirnos y en ayudarnos, porque nos ama como nadie puede, ni podrá amarnos jamás.
Una de las puertas de la Sagrada Familia.
Algunos hablan de profecías autocumplidas o del efecto Pigmalión, como si pudiéramos llegar a ver cumplidas muchas de nuestras expectativas personales por el poder de la mente.
Es posible que se den algunos casos de este tipo por pura coincidencia o quizás también por alguna que otra extraña influencia espiritual, pero yo creo más bien en el poder de la Palabra de Dios sobre nuestra vida, porque Dios sí cumple lo que promete y no acostumbra a mentir nunca. Cuando el nos dice “que tiene pensamientos de paz y no de mal acerca de nosotros” (Jeremías 29:11) nos esta hablando de lo que hay en el corazón de Dios el Padre hacía nosotros. El no esta pensando en fulminarnos, sino en bendecirnos y en ayudarnos, porque nos ama como nadie puede, ni podrá amarnos jamás.
He meditado mucho acerca del apóstol Judas; sí, me estoy refiriendo al tesorero del grupo apostólico, y aunque como es sabido, Dios siempre conoce el fin desde el principio, él sabía que este Judas se iba a convertir lastimosamente en el hijo de perdición. Pero algunos nos sugieren que este mismo Judas estaba sentenciado y estigmatizado de antemano por los designios divinos a la traición contra el Hijo de Dios y consiguientemente a la misma condenación eterna y desgraciadamente así fue, pero no porque Judas estuviera predestinado a pecar y a ser condenado irremisiblemente, porque si admitiéramos tal barbaridad teológica, estaríamos convirtiendo a Dios en el autor del pecado y eso es imposible. En los diferentes relatos que se refieren a los momentos finales de la vida de Jesús y de la traición de Judas y su posterior suicidio, me resulta extraordinariamente conmovedor el detalle que Juan nos relata en su evangelio, “Jesús…se conmovió en espíritu”(Juan 13:21), precisamente por Judas, porque le amaba a pesar de haber pactado este con el mismo diablo y con el Sanedrín, aquel brutal despropósito.
Hay una cierta verdad en cuanto al poder que tienen nuestras palabras sobre otros, para bien o para mal y estas a veces se convierten en lanzas o en una especie de presagios de maldición sobre quienes se declaran, en el peor de los casos (Proverbios 18:2). En esta cuestión también tendríamos que hablar de cómo el enemigo de nuestras almas puede tomar nuestras palabras negativas y comenzar a trabajar con algunas de nuestras irresponsables declaraciones, dañando la autoestima de nuestro prójimo y de como esas mismas palabras se pueden llegar a interiorizar destructivamente en el alma y en la mente de algunas personas.
Por eso mi última palabra para ti, querido/a lector/a es “que Dios te bendiga y te guarde y que prospere tu vida, tu salud y tu familia en todo los aspectos y situaciones de la vida” Amén...
Es posible que se den algunos casos de este tipo por pura coincidencia o quizás también por alguna que otra extraña influencia espiritual, pero yo creo más bien en el poder de la Palabra de Dios sobre nuestra vida, porque Dios sí cumple lo que promete y no acostumbra a mentir nunca. Cuando el nos dice “que tiene pensamientos de paz y no de mal acerca de nosotros” (Jeremías 29:11) nos esta hablando de lo que hay en el corazón de Dios el Padre hacía nosotros. El no esta pensando en fulminarnos, sino en bendecirnos y en ayudarnos, porque nos ama como nadie puede, ni podrá amarnos jamás.
He meditado mucho acerca del apóstol Judas; sí, me estoy refiriendo al tesorero del grupo apostólico, y aunque como es sabido, Dios siempre conoce el fin desde el principio, él sabía que este Judas se iba a convertir lastimosamente en el hijo de perdición. Pero algunos nos sugieren que este mismo Judas estaba sentenciado y estigmatizado de antemano por los designios divinos a la traición contra el Hijo de Dios y consiguientemente a la misma condenación eterna y desgraciadamente así fue, pero no porque Judas estuviera predestinado a pecar y a ser condenado irremisiblemente, porque si admitiéramos tal barbaridad teológica, estaríamos convirtiendo a Dios en el autor del pecado y eso es imposible. En los diferentes relatos que se refieren a los momentos finales de la vida de Jesús y de la traición de Judas y su posterior suicidio, me resulta extraordinariamente conmovedor el detalle que Juan nos relata en su evangelio, “Jesús…se conmovió en espíritu”(Juan 13:21), precisamente por Judas, porque le amaba a pesar de haber pactado este con el mismo diablo y con el Sanedrín, aquel brutal despropósito.
Hay una cierta verdad en cuanto al poder que tienen nuestras palabras sobre otros, para bien o para mal y estas a veces se convierten en lanzas o en una especie de presagios de maldición sobre quienes se declaran, en el peor de los casos (Proverbios 18:2). En esta cuestión también tendríamos que hablar de cómo el enemigo de nuestras almas puede tomar nuestras palabras negativas y comenzar a trabajar con algunas de nuestras irresponsables declaraciones, dañando la autoestima de nuestro prójimo y de como esas mismas palabras se pueden llegar a interiorizar destructivamente en el alma y en la mente de algunas personas.
Por eso mi última palabra para ti, querido/a lector/a es “que Dios te bendiga y te guarde y que prospere tu vida, tu salud y tu familia en todo los aspectos y situaciones de la vida” Amén...
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