viernes, 24 de agosto de 2012

La ultima llamada

Entonces Él vino a mí otra vez y dijo, Yo quiero que conozcas a algunos de Mis amigos”.


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Y fuimos directamente a la tierra una vez más. Yo apenas podía estar en pie. Mi corazón estaba roto. Mi piel estaba toda rasgada. Miré abajo y vi como si una bomba había explotado directamente al lado mío. Caminábamos bajando una calle muy transitada. Él estaba delante de mí y yo sufría de tanto dolor; quería que El caminara más despacio, pero no era sobre mí. Él quería que yo sintiera el dolor, para que así mi corazón conociera el dolor, lo abrazara y lo tome como mi propio sufrir. Él me esperó para que yo camine justo al lado de Él. Ese lugar que yo conocía, era Israel.

Varias veces yo lo vi acercar su cabeza a alguno, como si fuera a decir “Hola” o “Shalom”. Él no hablaba, sólo inclinaba Su cabeza. El atraparía sus ojos, y cuando volvía su cabeza atrás, yo podía ver a esa misma persona, cuando sus ojos se llenaban; podía ver en su interior cómo se encendía una luz. Yo pude ver por un instante, cuando Jesús abrió los ojos de sus corazones y ellos “literalmente” podían VERLO, como a Jesús, el Mesías. Yo podía ver “literalmente” el interior de sus corazones mientras caminábamos bajando ese camino en Jerusalén, que de repente los ojos de sus corazones fueron abiertos y una pequeña llama comenzaba a encenderse en el interior de todos ellos.


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Algunos de ellos, sobre quienes El inclinó su cabeza, yo sabía que eran de gran autoridad, cabezas en la comunidad judía, Rabinos. Literalmente en un vistazo ví al Señor que abría sus ojos; ví al Señor aparecerse. Él aparecía a algunos rabinos superiores en la tierra, y solamente con una mirada y un toque en sus cabezas, esa llama de revelación comenzó a encenderse en lo profundo del interior de estas personas, y en un segundo los ojos de sus corazones eran abiertos.

Salmo 102.16 Por cuanto Jehová habrá edificado a Sion, Y en su gloria será visto.


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Seguimos a estos Rabinos hasta sus habitaciones, y cuando estaban allí vi cuando caían al suelo, de rodillas y en llanto exclamaban "Esto Cambia TODO; Esto cambia TODO". Vi al Señor acercarse y comenzar a soplar sobre aquella diminuta brasa de revelación y desde su interior poco a poco esto comenzó a encenderse como un fuego inextinguible. Pude ver cómo esta pequeña llama de revelación se volvió como un “fuego que cubría sus huesos”. ¡Yo vi cómo ese fuego seguiría quemándose hasta que el día designado en el que estos Rabinos no podrán aguantar más, y ellos lo gritarían de la cima de las montes, Yeshua es el Mesías,…YESHUA ES EL MESÍAS!"


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En realidad recordé cuando oramos por esto, en nuestras reuniones de oración en la Ciudad de Kansas, aquel Jesús aparecerá, aparecerá en Su Gloria. El es, El realmente Es.
Entonces lo observe, fue la primera vez que vi el rostro de Jesús, con lágrimas cayendo en sus mejillas, y yo podría oírlo decir, "Oh, Jerusalén, Oh, Jerusalén". Podía sentir en mi corazón la pasión y el amor que Él tiene por Israel. Y yo pude sentir el dolor del amado, cuando no recibe ningún tipo de afecto a cambio; y Él me miró, una vez más, y dijo, “Hasta que tu corazón sea roto y rasgado en dos, tu no conocerás a Mis amigos, tu no me conocerás”.
Pude sentir desde el fondo de mi ser, lo profundo del amor que El tiene por Israel. Como Jacob amó a Raquel; como Elcana amó a Ana, aún Su pasión se ha extendido mucho más allá del amor natural. Nuevamente yo lloraba y lloraba, entonces la sal de mis lágrimas hacían arder las heridas de mi carne; y yo no podía dejar de llorar y justo cuando pensé que ya no podía aguantar más, me dejé caer en el suelo, y Él me dijo susurrando, " es hora de danzar. "


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Súbitamente estábamos delante del Muro de los Lamentos, y Él comenzó de Nuevo a dar estas fuertes pisadas, fuertes pisadas, ese ritmo, esa danza con aquellos pies perfectos, como nunca lo he visto. Y era siempre en el momento donde me sentía más destruida cuándo El me dijo: "es hora de danzar".

Yo pude sentir la presencia de Su poder y yo podía sentir el poder de esa danza, danza en contra de la injusticia. Oh, qué escena, ver al Hijo de Dios y Sus perfectos pies girando alrededor y danzando contra la injusticia. Jesús siguió diciendo, “es hora de danzar, es hora de danzar”.

Se viene una nueva danza, que solamente saldrá de nuestra Adoración y nuestros corazones para con los pobres de la tierra, para los aparentemente olvidados, pero a quienes el Señor llama Sus amigos y solamente, cuando nuestros corazones estén realmente rotos, es allí cuando será la hora de danzar.

Oh, qué escena ver cuando al Rey de Reyes, el Juez de la tierra y Sus Perfectos pies que muestran las cicatrices de la pasión, comienzan a danzar y pisar muy fuerte echando fuera la injusticia. Esto es literalmente una danza. ¡Literalmente pisadas fuertes! Esta es la hora de danzar. En mi sueño yo lo sabía, mientras caminábamos bajando las calles de Jerusalén, justo frente al muro, cuando El comenzó su danza.

Sabía que Él se estaba revelando a muchos, a personas claves en la comunidad judía, muy altos rabinos, incluso en medio de su danza. Yo vi cambiar sus ojos, ser llenados. Podía ver sus corazones comenzar a palpitar. Pude ver al Señor colocando en ellos "un saber", que Él y solo Él era el Mesías. Ese tiempo y día vienen, cuando los rabinos escogidos de la tierra, en el tiempo del Señor: Él ablandará sus corazones y ellos explotarán en sus interiores y correrán a los lugares más altos en Jerusalén y gritarán a toda Jerusalén, Yeshua es el Mesías. ¡Yeshua ES EL MESÍAS!


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Bendito el que viene en nombre del Señor. Ahora mismo ellos lo ocultan y se preguntan si realmente sucedió. Esto fue preparado para un determinado tiempo y ese tiempo está aquí. Él está apareciendo y abriendo los ojos de los corazones de los hombres, luego Él vendrá y pondrá sus mismos huesos en el fuego. Pude ver a estos rabinos explotar con la palabra del Señor, proclamando Su aparición. ¡Esto está sucediendo. Fue destinado para un determinado tiempo; esto está sucediendo hoy!

Jer 20:9 Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude.

Luego, una vez más, me dijo: “Hasta que tu corazón sea roto y rasgado como tu carne está ahora, tu no conocerás a Mis amigos”

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