AREA X (Especial para Urgente24) – A la falsa profecía de Rasputín que reza, según un dudoso libro, que la Tierra se verá azotada por una tormenta de fuego en 2013 (algo que dicen que podría suceder este próximo 23 de agosto), se han plegado numerosos medios y blogs en Internet, que esperan que una supertormenta solar finalmente acabe con la vida en el planeta. A pesar de que las profecías parecen ser falsas y de la predicción de la NASA con respecto a que el sol cambiará de polaridad en los próximos 3 meses (ver notas relacionadas), cierto es que el sol ya entró en su pico de actividad máxima (ciclo que se cierra cada 22 años) y que nuestro planeta viene “esquivando” con suerte megatormentas que podrían borrar los sistemas electrónicos de un plumazo.
Así, dos erupciones solares emitidas en un período de 10 horas fueron captadas por el observatorio SOHO de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) de USA y la Agencia Espacial Europea.
Las emisiones de plasma tuvieron lugar entre el 5 y 6 de agosto pasado, una desde la mitad superior derecha y otra en la mitad inferior izquierda del disco solar, indica la página oficial del Observatorio.
Por ahora no parece que existan consecuencias en la Tierra, pero erupciones de este tipo pueden provocar trastornos en el campo magnético terrestre y afectar los satélites de comunicaciones y cortes eléctricos.
A mediados de julio, nuestro planeta escapó por poco de una erupción solar que provocó un pulso electromagnético capaz de apagar la electricidad, los coches y teléfonos del planeta, según los expertos.
La tormenta, que tuvo lugar hace un mes y medio, tuvo una potencia comparable a la de la erupción que provocó el apagón de la planta hidroeléctrica en la provincia canadiense de Quebec en 1989.
La salvación ha sido milagrosa “como en la ruleta rusa”, citaba el periódico ‘Washington Examiner’ las palabras de Peter Vincent Pry, que sirvió en la Comisión para las Amenazas de Pulsos Electromagnéticos (EMP) en el Congreso estadounidense (EMP Threat Commission) en los años 2001-2008.
Pry, junto a Henry Cooper, el director de High Frontier –un grupo que aboga por la defensa de USA– y el exdirector de la CIA James Woolsey, trabajan para convencer al Gobierno de USA de que es necesario proteger los miles de transformadores de la red eléctrica estadounidense para prevenir catástrofes que pueden causar pulsos electromagnéticos, provocados por las erupciones solares o ataques nucleares de los enemigos.
El mundo moderno, depende en exceso de la red satelital, de telecomunicaciones, aparatos electrónicos de todo tipo, tecnologías todas muy vulnerables a variaciones espaciales, aseguran investigadores.
Hasta el momento, la tormenta solar más severa registrada en la historia ocurrió en 1859, y se lo conoce como la fulguración de Carrington, o el evento Carrington. La misma causó fallas electromagnéticas a lo largo de todo el mundo y aparecieron auroras en latitudes tan extrañas como el Ecuador.
Agujeros negros en el Atlántico
Así como se relaciona a las erupciones solares con movimientos de las capas tectónicas en el llamado Anillo de Fuego del Pacífico, nuevos hallazgos en el Océanos Atlántico, podrían revelar otra clase de reacción de las aguas del planeta Tierra con respecto a la actividad solar.
Un equipo internacional de científicos reveló que los agujeros negros tienen un análogo en la Tierra: de acuerdo con un reciente estudio, los vórtices del Atlántico Sur actúan de manera muy semejante a la de estos fenómenos cósmicos.
George Haller, del Instituto Federal Suizo de Tecnología en Zúrich, y Francisco Beron-Vera, de la Universidad de Miami en Florida, han encontrado análogos terrestres de agujeros negros en las aguas turbulentas del océano Atlántico. Los físicos descubrieron que el borde de los vórtices que se forman en zonas de la turbulencia está representado normalmente por un ancho cinturón de una sustancia brillante, que se asemeja a la esfera de fotones que rodea a los agujeros negros sin entrar en los mismos.
Haller y Beron-Vera demostraron científicamente esta semejanza al describir el comportamiento de los vórtices en los fluidos turbulentos utilizando los mismos principios matemáticos que describen el fenómeno de los agujeros negros, regiones del espacio-tiempo en las que la gravedad es suficientemente fuerte para evitar que ninguna sustancia se escape, incluida la luz.
Según el portal Technology Review, Haller y Beron-Vera investigaron las corrientes en el suroeste del océano Índico y el sur del Atlántico. En esta parte del océano mundial existe un fenómeno bien conocido que se denomina ‘la fuga de las Agujas’, que viene de la corriente de las Agujas del océano Índico. “Al final de su flujo hacia el sur, esta corriente se vuelve sobre sí misma, creando de vez en cuando remolinos en la zona meridional del Atlántico”, indican los científicos.
En su investigación los especialistas utilizaron imágenes de satélite del sur del océano Atlántico captadas entre noviembre de 2006 y febrero de 2007 para localizar posibles análogos de agujeros negros. Como resultado, revelaron que en este periodo de tres meses encontraron un total de ocho ‘candidatos’ a ser denominados agujeros terrestres. “Hemos encontrado cinturones materiales excepcionalmente coherentes en el Atlántico Sur, lleno de análogos de las esferas de fotones alrededor de los agujeros negros”, concluyeron Haller y Beron-Vera.
Los resultados de la investigación podrían tener implicaciones importantes para entender cómo las corrientes oceánicas transportan material. Dado que todo lo que entra en estos ‘agujeros negros’ ya no puede salir, deben poder atrapar cualquier basura, aceite o incluso la propia agua, moviéndola de manera coherente a grandes distancias.
La investigación también plantea la posibilidad de que se produzcan análogos de agujeros negros en otras condiciones naturales, como en los huracanes, e incluso en otros objetos espaciales. Por lo tanto, según sugieren los científicos, la Gran Mancha Roja de Júpiter, tormenta gigante en la atmósfera del planeta, podría ser el más famoso agujero negro del sistema solar.
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